Diversos autores plantean que los individuos más satisfechos con su vida, son quienes tienen
mejores habilidades, mejores apreciaciones personales y un mejor dominio de su entorno,
además de que el adecuado control de la tensión frente a los estresores parece determinar
un afrontamiento exitoso, directamente concomitante con un estado de bienestar. (Montoya
et al., 2005)
Otros autores aseguran que hombres y mujeres que presentan una elevada satisfacción vital,
indicarían una apropiada salud mental, unido a una carencia de estrés, depresión y ansiedad
(Atienza & Pons, 2000).
Existen diversas formas en la que hombres y mujeres disminuyen los efectos del estrés
llamadas estrategias o estilos de afrontamiento (Guedea et al., 2006; Rodríguez-Díaz et al.,
2014), que presentan una relación positiva con el bienestar subjetivo, identificando mayores
niveles de bienestar subjetivo en sujetos que reportan mayor variedad de estilos de
afrontamiento (Folkman & Lazarus, 1984; González Barrón et al., 2002; Riso, 2009; Verdugo-
Lucero et al., 2013). Estas estrategias representan un rol indispensable en la exposición de
situaciones estresantes, reflejándose tanto en los recursos y herramientas que presenta una
persona para afrontar una situación, como en las consecuencias ocasionadas por dichas
situaciones.
En concreto, la utilización de estrategias de afrontamiento enfocadas en el problema está
relacionado con una elevada resistencia al estrés, así como las estrategias de afrontamiento focalizadas en la emoción se han visto relacionadas con efectos negativos para el bienestar de
la persona (Paris & Omar, 2009; Reyes & Góngora, 2000).
Tras las investigaciones en soledad, se ha podido determinar este concepto como un factor de
riesgo para la salud (Luo et al., 2012), viéndose asociada con una mayor incidencia de
trastornos psicológicos (Griffin, 2010), preponderando la depresión frente a la aparición de
otros trastornos (Cacioppo et al., 2010), así como también se ha visto asociada a problemas
de tensión arterial, problemas de sueño y consecuencias negativas en el sistema inmune y
cardiovascular causadas por dificultades en el enfrentamiento de situaciones estresantes
(Steptoe et al., 2004).
La relación entre la soledad y el bienestar subjetivo es compleja de establecer, sin embargo,
puede ser menos compleja de entender si incorporamos la variable autoestima,
estableciéndose una relación negativa entre soledad vinculada a síntomas depresivos,
bienestar subjetivo y autoestima, de esta forma podríamos decir, que personas que refieran
altas puntuaciones en bienestar subjetivo, intervendrían con los otros de forma más positiva,
generando buenos sentimientos en los demás, y de esta forma mejores vínculos sociales y
mayor sentimiento de alegría (Fredrickson & Joiner, 2002; Hawkley et al., 2007), mermando
así las posibles consecuencias negativas relacionadas con la depresión y la soledad
(Lyubomirsky et al., 2006).
Siguiendo en esta línea de pensamiento, la presencia de síntomas relacionados con la soledad
y la depresión se han visto relacionados con un aumento de pensamientos nocivos acerca del
autoconcepto de uno mismo, generándose de forma repetida en la mente y generando graves
consecuencias en la autoestima y el bienestar de la persona (Cheng & Furnham, 2002; Orth
et al., 2008). Generándose entre los estudios longitudinales la teoría de una influencia
recíproca entre la soledad y el bienestar subjetivo (Cacioppo et al., 2008).
El paradigma transaccional del estrés (Lazarus et al., 1986) conceptualiza la discriminación
percibida, como una variable estresora con efectos negativos para la salud mental.
Es necesario remarcar, que hombres y mujeres disponen de diversas estrategias internas cuya
función reside en evitar la exposición a pensamientos desagradables (Dugas et al., 1998), estas estrategias de evitación cognitiva tienen gran implicación en la percepción de discriminación
de las personas, funcionando como una variable protectora ante los efectos de la
discriminación, minimizando la sintomatología asociada. El resultado de la exposición ante
estas circunstancias discriminatorias, se verá influido por la forma en que estas situaciones
sean percibidas, así como por las estrategias de afrontamiento para hacerles frente (Lahoz i
Ubach & Forns i Santacana, 2016).
En una línea similar, destacamos la teoría que difiere la percepción individual de
discriminación, de la percepción grupal, apreciándose en grupos desfavorecidos mayor
percepción de discriminación hacia el grupo como un conjunto, que hacia los individuos del
mismo de forma individual (Gutek & Larwood, 1987; Taylor et al., 1990; Taylor & Dubé, 1986).
Esto se debería a que la persona minimiza la cantidad de discriminación que experimenta a
nivel individual. (Lahoz i Ubach & Forns i Santacana, 2016)
Como vemos, estos conceptos se relacionan y tienen un claro efecto en nuestra salud mental.
¿Y tú, te has parado a pensar en como estas variables afectan en tu día a día?