“El amor es una necesidad biológica, es tan necesario para nuestro bienestar como el ejercicio, el agua y la comida”, dijo la neurocientífica Stephanie Cacioppo (Macmillan, 2022).
“Y desde un punto de vista neurocientífico, realmente podemos decir que el amor florece en el cerebro”.
12 áreas del cerebro trabajan juntas para liberar sustancias químicas como la dopamina, la hormona del «sentirse bien», la oxitocina, la «hormona de los abrazos» y la vasopresina se encuentran implicadas en el comportamiento maternal y los vínculos de pareja. Esta última, es liberada por la neurohipófisis durante el acto sexual ofreciendo sensación de placer.
Nuestros niveles de serotonina, una hormona clave en la regulación del apetito y los pensamientos intrusivos de ansiedad, disminuyen. Los niveles bajos de serotonina son comunes entre las personas con ansiedad y trastornos obsesivo-compulsivos.
“Esto explica por qué las personas en las primeras etapas del amor pueden obsesionarse con los pequeños detalles, pasando horas debatiendo sobre un mensaje de texto para su ser amado”.
Durante el enamoramiento, entramos en un estado neuroquímico transitorio, en el que hormonas como la dopamina, la oxitocina y la vasopresina hacen que el cerebro funcione de manera distinta en el que se libera una gran cantidad de dopamina (que genera aceleración de la frecuencia cardiaca y respiratoria) en el núcleo accumbens (grupo de neuronas del encéfalo) e involucra una disminución de la activación en la corteza prefrontal, la cual es relacionada con el razonamiento. Lo que explica que durante el enamoramiento, los aspectos mas desagradables de la personas se desipen y tomemos decisiones de manera mas impulsiva.