Título inspirado en los inicios de la poesía de un gran artista*1.
Había oído hablar muchas veces del niño o niña interior en los adultos, pero nunca lo había entendido. He intentado en múltiples ocasiones conectarme con esa niña, para sanar, para quererla y cuidarla, pero nunca fui capaz de visualizarla, real, existente más allá de las fotos.
En constante, lucha, en constante batalla con mi mente, es como siempre me he sentido, como si hubiese una enorme parte de mí que rechazar, equivocada, maligna.
Hasta que, entendí, que estoy luchando con ese bebe en pañales, sin herramientas, sin visión.
Nunca he podido verme reflejada en mi yo del pasado, como si aquello jamás hubiese formado parte de mí, como si tan solo las milésimas de segundo del presente me pertenecieran, y los 86.395.000 milisegundos del día restantes pertenecieran a aquella parte oscura y encerrada de mi ser.
¡¡Pero qué equivocada estoy!!!
Aún estoy en las presentaciones conmigo misma, no os creáis que todo mi camino está hecho (me rio cada vez que repaso esta frase), yo acabo de empezar, igual que todos, desde los que están por nacer, hasta los que están a punto de dejarnos. El camino no termina nunca, todo va reajustándose, adaptándose, gracias a esa resiliencia estamos aún aquí.
En un taller de autoestima que realicé, tuve un momento de lucidez artística (teniendo en cuenta la base de la que parto) y plasmé estos procesos como montañas, con miles de túneles subterráneos que, aunque te den la sensación de estar alcanzando la cima, vas deslizándote a través ellos, de unos a otros, llevándote desde el «principio» al «final», pasando por todos los estadíos de la montaña una y otra vez.
Sin embargo, cuando te paras un momento, descansas y cambias la mirada, verás que la meta no se había movido de tu lado en ningún momento.
Y es que, sí, no paramos de escuchar que debemos amarnos, querernos, aceptarnos, y coño, es dificilísimo.
Solo nos interesan las cosas buenas, las emociones que conocemos como «positivas», o aquellos comportamientos del otro que nos hacen sentir a reconfortados.
¡Pero amigos! Esto no es NADA REALISTA. Todos nos enfadamos, nos equivocamos, erramos y tenemos emociones o conductas desadaptativas*2, y no podemos pretender que nuestros hijos, nuestra pareja o nuestros familiares no pasen por el mismo proceso.
Tenemos que aprender a aceptar las aquellas partes de nosotros, de nuestra vida y nuestro contexto que no nos agradan tanto, pero que forman parte de quienes somos. No seremos capaces de encontrarnos y conocernos hasta que le dejemos espacio a esta parte tan temida, pero tan bonita a la vez.
*1A.G. Lienzo en Vivo
*2 Una conducta desadaptativa incluye patrones emocionales, intelectuales y de acción considerados como patológicos por una o más de las siguientes razones: su ocurrencia es infrecuente, viola las normas, ocasiona aflicción, incapacidad o disfunción personal y es impredecible (Sarason & Sarason, 2006).