A nivel histórico, el lenguaje nos aporta mucha información y aprendizaje. Hasta el momento, todos conocíamos y utilizábamos el termino “Discapacidad”, sin embargo, influye en el pensamiento de forma negativa, ya que conllevan connotaciones negativas como “invalidez”, “minusvalía” o “incapacitación”.
El término fue propuesto en el Foro de Vida Independiente, en enero de 2005.
La organización considera que una persona con discapacidad puede cumplir exactamente las mismas funciones que una persona que no la tiene. Es decir, una persona que está en silla de ruedas no puede caminar, pero sin embargo puede desplazarse de un lugar a otro. Realiza entonces la misma función –desplazarse-, pero lo hace de una manera distinta –diversa-.
Esta expresión hace pensar que una persona no es capaz de realizar labores habituales, por lo cual se discrimina a un amplio colectivo. Es por esto por lo que muchos han comenzado a usar el término diversidad funcional para sustituir a la palabra discapacidad o minusválido.
Diversidad funcional pretende ser la terminología no negativa que reconozca al grupo como a personas con capacidades diferentes entre sí.
El término diversidad funcional puede resultar muy polémico ya que, al no ser reconocido por la sociedad, es posible que aumente la invisibilidad del grupo y a generar una gran confusión e inseguridad jurídica. Esto, finalmente, provoca una rebaja en la protección del colectivo que sigue siendo necesaria en muchas ocasiones.
En Blanca Cajiao Psicología, le damos importancia a las palabras, por ello, dejaremos atrás la palabra «discapacitado» y todas las variantes que puedan reflejar la falta de capacidad o validez en las personas.
Según el autor Thomas Armstrong en su libro: «El poder de la neurodiversidad«, nos comenta que el término neurodiversidad, de hecho, se refiere al infinito rango de diferencias en la función del cerebro humano individual y rasgos de comportamiento.
Uno de los problemas más comunes, reside en el error de caer en teorías que tienden a categorizar excesivamente, catalogando de forma simplista a todo un tipo de conciencia como «normal». De la misma forma, cualquier cosa que se aparte de dichas categorías percibirlo como anormal, inadecuado o patológico. Sin embargo, hay buenas razones para pensar que, en el mundo cognitivo, la flexibilidad es una virtud.
Algunas condiciones no solo producen discrepancias en cuanto a ser categorizadas como una discapacidad, sino que además traen consigo notables habilidades de memoria y visualización. Los trastornos de déficit de atención y el autismo son casos claros, pero también lo son las rutinas de atención repetitivas, como los comportamientos obsesivos compulsivos. El tipo de atención consciente que experimentan estas personas es diferente del tipo de conocimiento que consideramos «normal». Sin embargo, un procesamiento de información sensorial diferente no debería ser considerado como «anormal». Podemos pensar que estas formas de atención atípicas posiblemente podrían tener un propósito evolutivo.
Incluso en personas consideradas «normales» es posible encontrar casos interesantes de neurodiversidad.
Sin dudas que hay una clara ventaja evolutiva en la neurodiversidad. Consideremos la especial atención de patrones y estructuras matemáticas característica de algunas personas autistas, o las extraordinarias capacidades del tipo de procesamientos visuales o auditivos. Como especie, ha sido claramente ventajoso tener diferentes estilos de empatías, razonamientos y aprendizajes.
”En la amplia descriptiva del autismo de Steve Silberman, Neurotribes, Silberman describe la importancia del término con el que ya estamos familiarizados: espectro. Mientras [Lorna Wing] estaba tratando de inventar un término mejor, le vino a la mente el eco de una frase de Winston Churchill: “La naturaleza nunca dibuja una línea sin emborronarla”. Esto parece particularmente verídico del autismo. Uno de los aspectos más inquietantes del concepto de Lorna era su sugerencia de que lo continuo se matiza imperceptiblemente hasta ser percibido como una excentricidad común y corriente.
(La observación de Lorna fue que “Todas las características del síndrome de Asperger se pueden observar, en distintos niveles, en la población normal) … Ella adoptó el término espectro del autismo. Le gustaba como sonaba, evocaba imágenes placenteras de arco iris y otros fenómenos que dan fe de la ilimitada variedad creativa de la naturaleza. Los médicos aceptaron la frase sin titubeo porque les ayudaba a explicar lo que habían estado viendo en el mundo real durante décadas (p. 353).